Epílogo
N° 20 / Veinte /
Cada mañana sale el sol, todos
lo sabemos. El sol se alza y a mediodía llega al tope de su esplendor. Vos
también podés elegir tu camino de ascensión, sos tu paraíso, sos tu propio
cielo. Podés cambiar el rumbo, con pasión (insisto), y olvidando algunas palabras
que te quieren descansar. La oportunidad reside en cada uno, nadie puede quitarte
eso, yo lo sé porque pasé varios años experimentando con esa oruga guerrillera,
a la que llamo libertad. Los incrédulos terminan ahogándose en un vaso de agua, cada vez que hay un cambio
de presidente o el riesgo país está por las nubes. Yo agarro mi mochila y me
voy. “La resignación es el suicidio cotidiano”, por eso, el único convenio que
mantengo es conmigo. Cuando nací, me despojaon de lo único que podía perder,
ser infinito. La vida y la muerte, son caras de la misma moneda. Entonces, ¿de
qué riesgo estamos hablando los que nos decimos: los vivos?19 / Diecinueve /
Este es un capítulo complejo.
Está narrado por la misma voz pero en momentos y circunstancias distintas. Por
eso aún estás a tiempo, de levantarte y ocuparte de tus cosas que seguro, son más
importantes. Si no lo son, entonces olvídalas de una vez y continuá. De paso,
aprenderás a oír tu voz o vivirás sin enterarte de tu presencia ni del canto
que llevas dentro. Leer no es un pasatiempos, te reitero, aún estás a tiempo de
buscar alguna distracción, seguro en la televisión dan algo pasajero. 18 /Dieciocho/
XVII /dicisiete/
Actualmente prolifera la información sin procesar, así no se puede sentar uno a reflexionar. Temo que el Dios en que creo, mañana ya esté pasado de moda, o peor aún, desaparezca del mercado.
Al expresarme voy atando cabos entre las cosas que imagino, siempre pensando en transmitir una enseñanza. Jamás pretendo dar una explicación. Yo no estoy aquí precisamente para eso. Sé que la razón no me corresponde; lo propio es vivir.
XVI /dieciseis/
Para algunas cosas soy tan sencillo que mis pares me tratan de idiota. Me siento siempre expuesto, mi coraza es menuda y frágil, cuento sólo con mi cuerpo. Apenas si me tapo de algo y por eso, a menudo me recriminan que ando desnudo por la calle. Dicen que soy un desubicado. Me acusan, también, de no prestar atención a ciertos detalles. Que en ocasiones parecen ser de una relevancia tal que no hay puntos medios entre el blanco y el negro. Que pena la mía que soy un ser repleto de claroscuros. Nunca aprendí bien a pintar y quizás por eso me es difícil consensuar. Los colores se me mezclan a menudo sin el previo acuerdo de mi voluntad. Buscando la claridad logré distinguir algunos colores esenciales y apliqué a mis nuevas experiencias la simpleza del color puro. Así parece que me di a entender mejor, era más fácil apreciar mis buenas intenciones y hasta resulté ser un tipo amable y simpático. Pero el tiempo corre y las certezas que tuve en un momento poco a poco se fueron mudando de barrio. Sin darme cuenta, como duende tranquilo en su bosque, me quedé sin vecinos. Mis conocidos dicen que ya no soy ese ser tranquilo y agradable. El reloj de arena va muy deprisa y no puede hacer otra cosa que escapar. Los caminos que solía recorrer quedaron sepultados, o lo suficientemente llenos de arena, al punto de tornar irreconocibles mis huellas. XV /quince/
XIV /catorce/
XIII/trece/
XII /doce/
XI /once/
X /diez/
IX /nueve/
VIII /ocho/
VII /siete/
VI /seis/
V /cinco/
Una forma que encuentra su formato pierde su gracia. Algo similar ocurre con la novia que encuentra a su esposo, pierde la gracia. Quizás haya un poco de temor y una pizca de paranoia pero hay algo real en este pensar, y es la imagen del hombre cargado de sentido común, ese perfil me causa temor. Un adulto predecible, aquel del cual huyo estratégicamente y a diario.
Había empezado la mañana casi sin darme cuenta, las horas corrían felices como corre un chico cuando se escapa por primera vez del horario de clase. El bebé protestaba dulcemente, esbozaba un llanto imperceptible. Me supuse que tendría alguna molestia que le impedía conciliar el sueño, así que bajé un poco la música a fin de poder seguir escribiendo unos minutos más. Pero no pudo ser, nuevamente hizo caca, por ende, tuve que abandonar el teclado y proseguir a cambiarla. Mientras volví a subir el volumen de la radio. Allí yo, higienizando a mi hija. En el programa de radio pasaban una entrevista a un dramaturgo local, y el tipo dijo algo así como: “estar seguro de sí mismo es repetirse, la vida es riesgo…”. A todo esto ya finalizaba de cambiar el pañal, cuando esas palabras aún flotando en el aire, eran el pié perfecto para volver a inspirarme. La oración se trasladó a este pedazo de hoja. ¿Qué pasó en la atmósfera durante el último momento? ¿ una suerte de truco de magia, una casualidad? El día a día nos susurra verdades, hay que estar atentos. Pensar que cada instante, está poblado de una coincidencia única, infinita e indescriptible en relación con nuestro modo de ser. Esa predisposición calienta la sangre de este miércoles, de una semana cualquiera, particular y bella. Quizás, no tan cualquiera.
Supongo que por este devenir del día, es que no me atrevería a delinear una teoría para ningún aspecto de mi vida. Sospecho que el trabajo del escritor, consiste en este maravilloso oficio de hilvanar ideas, descubrir las pelusitas de tiempo que andan vagando en el aire, y con ello poder tejer una buena historia. Confío en que el buen vivir, tiene que ver con este arte, de lectura activa y escritura conciente. La puta, esta vida desenfadada, que crueldad tan maravillosa.
IV /cuatro/
Me temo hay cosas que siempre fueron aburridas, y lo seguirán siendo, aunque intenten convencernos constantemente de tener una vida ordenada, ser pulcros y educados. Mantener la casa en orden, no sea que vociferando sentimientos al viento se nos escape un “algo”, una frase que el vecino interprete como consigna de masas, y acostumbrado a vivir asustado, llame a la policía. Efectivamente el patrullero pasó por la avenida pero sin detenerse, que suerte. Continué con lo mío: cocinando gelatina, escuchando música y regando las macetas del pensamiento continúo. Tuve tiempo de sentarme, poner en palabras las sensaciones que habitan el cuerpo o lo que mi cerebro me da a entender que es mi cuerpo. Me incliné por escribir sobre los sermones, desmitificando la idea de ser un padre joven, que debe apegarse al libreto. No es cierto que para ser padre haya que abandonarse a un régimen de obligaciones. Hay infinidad de cosas que uno puede pretender y llevar a cabo. Descubrir el ser de cada día no tiene un fin, sin embargo, este ejercicio de exploración es lo que lo mantiene a uno fresco.
Las limitaciones aparecen solo en la medida en que uno comienza a convencer a su voluntad con fuentes estadísticas y la cabeza empieza a inundarse de miedos y ecuaciones de probabilidad acerca del fantasma del futuro. No hay de que temer. Siendo consecuente con esta masa en perpetua transformación, la que ostento en denominar con mi nombre, no hay mañana que pueda resultar un fracaso. Sin mentiras y sin evasiones, así lo deseo.
III /tres/
Honestidad, ¿dónde estaría hoy mi cuerpo de haber sido consecuente? Pensar que un hombre puede torcer el rumbo de su vida, con tan solo media hora de honestidad diaria. Usted, lector, ¿es constructor de su propio camino o el acoso de las autopistas del sentido común, también lo tienen “sujeto”? Si me miro hoy en día no me siento viejo, sin embargo hace tiempo que rompí la semilla, ya no hablo como un pendejo. He aprendido mucho, he logrado “torcer la inercia” de aquello a lo que estaba acostumbrado.
El crecer me demandó tiempo de llanto, de mirar hacia atrás y querer atacar mi sombra. Inmerso en el salón de baile, improvisando en una especie de secuestro corpóreo, la vida pasaba a través de mí como pasa una bicicleta, aplastando insectos sin saber, por el pasto verde de una plaza.
A pesar de este atropello, que se llevó las charlas con algunas amistades, el vagabundeo y otros tantos privilegios del “irresponsable”, los días transcurrieron, y al reflejarme en los ojos de ella, encuentro un brillo acertado, una corazonada que me lleva a través de la tormenta.
II /dos/
Hay mil posibilidades volando pero solo uno puede atravesar el cielo. Mientras haya locos en el mundo aún hay esperanza. Sin embargo, sin voluntarios, todo emprendimiento se hecha a perder, cualquier lunes a la mañana. Los planes casi siempre fracasan. Sin embargo, ese fracaso inicial, de amateur, acaba por ser cuna de nuevos desafíos. Y estos a su vez, origen de gustosas y nuevas aficiones. Los guiones sí poseen alguna utilidad, dentro del marco de secuencias lógicas a seguir para alcanzar el objetivo deseado. Sin embargo, y a su pesar, son estas ideas previamente masticadas, las que luego nos llenan la cabeza de semáforos en rojo.
Cierto cantautor brasilero que ahora no recuerdo decía: “de cada pena brota un girasol”, el mister verde amarelo tenía razón. Transcurría la mañana, en cotidiana responsabilidad ordenaba la casa. Al momento barría unos pelos de algún suertudo que ligó un corte de pelo gratis. Al agacharme mi mirada reconoció un recorte de diario que tenía guardado, al leer lo que decía no pude evitar tomar el papel y pegarlo con cinta a la puerta de la heladera. Esa frase sonó como una clave: “hay que hacer algo para torcer la inercia”. Cada mañana, no dejo de preguntarme…I /uno/
Empezá a escribir lahistoria desde el principio, eso me dije. No pretendía volver a demorarme. Todo el mundo sabe, aunque a veces lo olvide, que el camino más ágil es el de la acción. No podemos sacar conclusiones sobre lo que todavía no hemos hecho.
De esta manera, y sin preámbulos, me decidí. Decidí comenzar, con la radio sonando, con sólo un par de horas libres a la mañana, cambiando pañales, hirviendo los zapallitos para el almuerzo y con una vieja computadora con espasmos de esquizofrenia a punto de echar todo a perder. Materializando sentimientos, en un estúpido pero saludable chapuzón, en el impredecible mar alfabético y la obsesión gramatical de darle a todo un orden. Entonces la llamarada pretenciosa sale a quemar las hojas de lo que hemos aprendido y a buscar su rumbo en la libertad.
Comulgaré con la vida, le daré a cada palabra su derecho de presentarse caprichosa, angustiada, rebelde y testaruda. Y si el devenir es un atropello, entonces guiaré mis pasos por fuera del tablero de juego.









