X /diez/


   La miro y se ríe. Pienso, más bien divago, ella toma algo y lo revolea. Se ríe y hace ruiditos chasqueando la lengua contra el paladar, yo sigo pensando. Aunque hay momentos de debilidad, soy optimista. Puedo pensar, siempre puedo pensar y tratar de levantar el ánimo.  Hace unos días viaja una frase por mi mente, como si se tratase de un satélite. “Se trata de vivir irreconciliado…”, si lo dijo Cortázar o Camus, lo mismo da. Lo importante, justamente, no es lo que se dice.

   Las palabras mienten. El viejo refrán de las palabras que se lleva el viento. Es simple y claro, lo que se dice no perdura.

   Vuelvo a mirarla, devuelta me sonríe. Entonces dejo el mate  y la meditación a un lado. Me levanto antes de que el ocaso me robe algunas horas demás y empiezo la actividad del día.

   Mientras tanto, ella me mira y se ríe.

IX /nueve/

 Espécimen sin madurar. Estoy más próximo al linaje de los eucaliptos que al ser humano en sí. Se rumorea a mis espaldas que ya soy grande, el viento sopla sobre mis hombros que recopilan el que dirán de las bocas ajenas. Sin embargo, para mis adentros cargo en la corteza de la espalda muchas hojas nuevas, muchas ideas verdes y otras amarillas a punto de caer. Tengo mis raíces tejidas a mi parecer, trepadas desde la adolescencia como una enredadera emergiendo del corazón a los ojos. Así he de vivir, así me presento a cada momento. Con incertidumbre, con tallos resquebrajados, sanando, creciendo. Sin esperar llegar a la cima de ninguna montaña ya que, la altura, es gradual al paso de las estaciones.
   Maduro, puedo ser vital pero también tengo etapas en que me quedo desabrigado de certezas. Las hojas, sobre las que tenía anotadas mis máximas y principios, comienzan a caerse y allí sigo yo. Contemplando, sin temor, estirándome imperceptiblemente para abajo y para arriba, el éxito depende de quién me juzgue.
   Mi triunfo es mantener la respiración y exhalar, más no podría exigirle a un espécimen de cabellera verde como papá.

VIII /ocho/

   Reflexiono. Hoy creer no sirve de nada, si no hay en cada gesto y en cada paso un destello, un suspiro, un aura, un tacto, una mirada…un todo, un decir nada pero un decir que sí.  Dejar que entre en mí este amor, el encuentro de esta vibración conciente que es la alegría de habitar el corazón.

   No me acobardo, y no tengo vergüenza de sentir, de ilusionarme y plagar la boca de caprichos contra la razón. Le hago frente a todo mandato, a ese “debería ser” que es justamente “eso”, que no quiero Ser. 

   No pretendo rebelarme jugando al vicioso y placentero reniegue. No estoy para eso. Tampoco intento ser una personificación de lo que anhelo ser, soy y punto. Nada más, tampoco menos.

VII /siete/



   No quiero sonar impopular pero con el postmodernismo siento que la gente cree tener el cauce de la historia en sus manos y lamentablemente creo que en esto hay un cierto engaño, una farsa bastante desolada y para colmo legitimada.  Una pseudo libertad repleta de adornos y rellena de dulce de leche colonial. Ronda una verdad vestida de gala, inmunda y fea. Un somnoliento chiste negro que va circulando y se va perpetuando sin remate alguno. Y en ese andar reproduciendo discursos colmados de hermosas postales sobre un próspero futuro, veo un modismo teatrero. una tanda publicitaria y un cartel invitándonos al palco de la resignación.

   Quiero ser oleaje, solo de mis verdades.. 
   
   Hay quienes aconsejan maldecir la dicha, el sentirse que todo está en su lugar. No sé porque esa sensación de sentirse por el camino correcto siempre me genera en primera instancia desconfianza y luego sí, un manifiesto asco. Asco hacia las fotografías que salen en portada del diario y esas charlas viciosas y sometidas de una vida de telenovela. Yo aconsejo: escupir diecinueve veces el guión nuestro de cada día. Es que a menudo me persigue el deseo del no-ser. Me digo con voz incendiaria y conciencia de relámpago: “siempre que no pertenezca voy a pertenecer”.