La miro y se ríe. Pienso, más bien divago, ella toma algo y lo revolea. Se ríe y hace ruiditos chasqueando la lengua contra el paladar, yo sigo pensando. Aunque hay momentos de debilidad, soy optimista. Puedo pensar, siempre puedo pensar y tratar de levantar el ánimo. Hace unos días viaja una frase por mi mente, como si se tratase de un satélite. “Se trata de vivir irreconciliado…”, si lo dijo Cortázar o Camus, lo mismo da. Lo importante, justamente, no es lo que se dice.
Las palabras mienten. El viejo refrán de las palabras que se lleva el viento. Es simple y claro, lo que se dice no perdura.
Vuelvo a mirarla, devuelta me sonríe. Entonces dejo el mate y la meditación a un lado. Me levanto antes de que el ocaso me robe algunas horas demás y empiezo la actividad del día.
Mientras tanto, ella me mira y se ríe.