VI /seis/

Formarse y hacer escuela, ¿para qué? Llega un momento, o no, en que dejamos caer la armadura. Cuando uno deja de roer cada episodio y comienza a morder sin miedo a que se nos rompa el paladar, entonces comienza a ser pragmático. De otro modo, termina cargando con el formato de sí que le queda cómodo y se pasa el juego especulando cada movimiento, programado sin susto. Caminando por senderos previsibles, y sin quererlo, nos vamos dando fecha de vencimiento. 

   El acontecer no debe alejarse mucho de la sorpresa. 

  El control y la organización son palabras útiles pero cuando sometemos nuestros días a un orden cualquiera y vamos domesticando al instinto, empezamos a extraviar esa chispa que nos da identidad y nos diferencia. Así el cauce de emociones que rodean nuestros días, se vuelve un devenir estrecho donde vamos acorralando los peces de colores que nos habitan, en la vidriera de las pretensiones.

   Necesito volver a creer en los bailarines, en los acróbatas, en las brujas que nos miran desde el cielo, montadas en sus escobas, todos esos personajes que arrinconan al sentido común y día tras día, dejan que la estela del cometa ilumine sus ojos, llenos de noche. Solo para esto, no caben dudas, tenemos un día y una única posibilidad de habitarlo.


V /cinco/

Una forma que encuentra su formato pierde su gracia. Algo similar ocurre con la novia que encuentra a su esposo, pierde la gracia. Quizás haya un poco de temor y una pizca de paranoia pero hay algo real en este pensar, y es la imagen del hombre cargado de sentido común, ese perfil me causa temor. Un adulto predecible, aquel del cual huyo estratégicamente y a diario.

Había empezado la mañana casi sin darme cuenta, las horas corrían felices como corre un chico cuando se escapa por primera vez del horario de clase. El bebé protestaba dulcemente, esbozaba un llanto imperceptible. Me supuse que tendría alguna molestia que le impedía conciliar el sueño, así que bajé un poco la música a fin de poder seguir escribiendo unos minutos más. Pero no pudo ser, nuevamente hizo caca, por ende, tuve que abandonar el teclado y proseguir a cambiarla. Mientras volví a subir el volumen de la radio. Allí yo, higienizando a mi hija. En el programa de radio pasaban una entrevista a un dramaturgo local, y el tipo dijo algo así como: “estar seguro de sí mismo es repetirse, la vida es riesgo…”. A todo esto ya finalizaba de cambiar el pañal, cuando esas palabras aún flotando en el aire, eran el pié perfecto para volver a inspirarme. La oración se trasladó a este pedazo de hoja. ¿Qué pasó en la atmósfera durante el último momento? ¿ una suerte de truco de magia, una casualidad? El día a día nos susurra verdades, hay que estar atentos. Pensar que cada instante, está poblado de una coincidencia única, infinita e indescriptible en relación con nuestro modo de ser. Esa predisposición calienta la sangre de este miércoles, de una semana cualquiera, particular y bella. Quizás, no tan cualquiera.

Supongo que por este devenir del día, es que no me atrevería a delinear una teoría para ningún aspecto de mi vida. Sospecho que el trabajo del escritor, consiste en este maravilloso oficio de hilvanar ideas, descubrir las pelusitas de tiempo que andan vagando en el aire, y con ello poder tejer una buena historia. Confío en que el buen vivir, tiene que ver con este arte, de lectura activa y escritura conciente. La puta, esta vida desenfadada, que crueldad tan maravillosa.

IV /cuatro/

Me temo hay cosas que siempre fueron aburridas, y lo seguirán siendo, aunque intenten convencernos constantemente de tener una vida ordenada, ser pulcros y educados. Mantener la casa en orden, no sea que vociferando sentimientos al viento se nos escape un “algo”, una frase que el vecino interprete como consigna de masas, y acostumbrado a vivir asustado, llame a la policía. Efectivamente el patrullero pasó por la avenida pero sin detenerse, que suerte.

Continué con lo mío: cocinando gelatina, escuchando música y regando las macetas del pensamiento continúo. Tuve tiempo de sentarme, poner en palabras las sensaciones que habitan el cuerpo o lo que mi cerebro me da a entender que es mi cuerpo. Me incliné por escribir sobre los sermones, desmitificando la idea de ser un padre joven, que debe apegarse al libreto. No es cierto que para ser padre haya que abandonarse a un régimen de obligaciones. Hay infinidad de cosas que uno puede pretender y llevar a cabo. Descubrir el ser de cada día no tiene un fin, sin embargo, este ejercicio de exploración es lo que lo mantiene a uno fresco.

Las limitaciones aparecen solo en la medida en que uno comienza a convencer a su voluntad con fuentes estadísticas y la cabeza empieza a inundarse de miedos y ecuaciones de probabilidad acerca del fantasma del futuro. No hay de que temer. Siendo consecuente con esta masa en perpetua transformación, la que ostento en denominar con mi nombre, no hay mañana que pueda resultar un fracaso. Sin mentiras y sin evasiones, así lo deseo.