Epílogo

   La vida se enamoró de La verdad. Tuvieron una crianza, que rumorean, habita allí donde la topografía no quiere ver. He oído muchas historias acerca de este ser, al que muchos llaman utopía. Algunos aseguran que la han visto y es una salvaje que merodea el Amazonas. Otros afirman que su imagen es la de un sabio barbudo al que nadie vio realmente. Algunos vagos soñadores dicen que nada puede decirse de un misterio, y como tal, no hay que desvelarse tratando de descubrir su rostro.

   Anoche tuve un sueño, sucedía que me encontraba cara a cara con este personaje ancestral. Me encontraba caminando. El trayecto duró un buen rato. Allí, crucé pantanos con avispas, a continuación un desierto y luego una inesperada tormenta de nieve. De repente ingresé en un clima tropical, donde hallé a la hermosa criatura, plácidamente recostada bajo una palmera. Me acerqué con andar cauteloso y la interrogué. Me contestó entre risas que ella no pregonaba nada y que todo era culpa de un malentendido entre los hombres, que databa de varios siglos atrás. Me contó lo difícil y traumática que había resultado su infancia y aún la perturbaban, acusándola, incluso, de provocar ciertos conflictos bélicos. También dijo que la persiguieron hombres de todos los tipos: encapuchados y bien alistados, por igual. Incluso, algunos difamaron conocer su nombre y haberle dado muerte, creyendo que así se adueñarían de su espíritu.  De a poco se fue poniendo nerviosa, enredando las palabras, y entre lágrimas me pidió que la ayudara. Estaba harta, se sentía acosada. Hacía siglos que lidiaba con esta fatiga. Me pidió que la lleve a un lugar lejano, y si aún quedaba alguna remota tierra virgen, que allí la entierre viva para que nadie vuelva a molestarla. Tuve que salirme de mi cuerpo para realizar esta expedición. La enterré y la regué, esperando que germine para recibir los frutos de la claridad. A veces me siento culpable y un tanto hijo de puta, me olvido regarla pero miro la tierra con impaciencia, esperando que se libere de una buena vez, esa energía acumulada que me haga sentir bien.

   Creo que todos tenemos un poco de déficit de atención. Pretendemos que algo bueno amanezca sin apenas dedicarle un momento al día. Y no hablo solo de los hijos, también, de los sueños personales, de los proyectos, los amigos, el diálogo familiar y tantos otros terrenos que necesitan una fuente contínua de afecto. Si entre nosotros no nos cuidamos, ¿quién nos cuida?. No podemos seguir viviendo los días como si fuese una costumbre que realizamos día a día, sin despertar algún interés. Debemos aprender que vivir, no es un cumplimiento del deber.



Francisco Fournier
* Diario de un hijo con su hija *
  Julio 2010 – Marzo 2012

N° 20 / Veinte /


    La alarma del despertador sabe que no tiene argumentos. Sin embargo, la vigilia llega puntual para interrumpir el sueño. Pero esta vez, el acto de levantarse de la cama es un esfuerzo incomprensible para la voluntad de aprovechar el día. Ciertas veces, hay una especie de abismo entre el querer y el poder.  Miro por la ventana del departamento, el horizonte aún incendiado por un solo trazo de color naranja, como manotazo de niño de cuatro años con la fibra apretada al puño.  Me pregunto si esta panorámica no será alguna forma de encierro. ¿Acaso la libertad no es más que otra palabra como todas las demás? Vamos a ver al revés. Todo depende de la casilla conceptual en la que te quieras encerrar, o en algunos casos reconfortar. Aquí va un ejemplo de palabras alineadas, y también un poco alienadas: confort-quietud, vagancia-salud, trabajo–olvido, sedentarismo-amor, ginebra-Luca, lápiz-agenda, libertad-desobediencia, orden-dominación, selva-color, cansancio-costumbre, música-amistad, ritmo-escritura, ventana-encierro, hijo-abecedario. Más allá de estos marcos ópticos, la verdad es que las palabras se nos cagan de risa en el gran salón de baile, donde hace siglos bailan, intercambiando pareja indiscriminadamente. Solo por gusto, para jodernos, ellas nunca nos pidieron que las entendiéramos. 

   No puedo ocultarte que también me siento entre los fracasados o faltos de coraje. Tendré que descubrir las reglas que rigen mis esquemas para incendiar la casa de cultura que me impartieron. Nací así, sin pueblo de Dios y no tengo votos para ningún sueño. Soy socio de mi propio club. Un club de palabras con fusiles cargados de conciencia, de mi muerte prematura. Asesiné mi nombre, por iniciativa propia. Fue difícil pero necesitaba deshacerme del recuerdo que cargaba mi cuerpo, para escribir mi vida sin pretextos.  

   Cada mañana sale el sol, todos lo sabemos. El sol se alza y a mediodía llega al tope de su esplendor. Vos también podés elegir tu camino de ascensión, sos tu paraíso, sos tu propio cielo. Podés cambiar el rumbo, con pasión (insisto), y olvidando algunas palabras que te quieren descansar. La oportunidad reside en cada uno, nadie puede quitarte eso, yo lo sé porque pasé varios años experimentando con esa oruga guerrillera, a la que llamo libertad. Los incrédulos terminan ahogándose  en un vaso de agua, cada vez que hay un cambio de presidente o el riesgo país está por las nubes. Yo agarro mi mochila y me voy. “La resignación es el suicidio cotidiano”, por eso, el único convenio que mantengo es conmigo. Cuando nací, me despojaon de lo único que podía perder, ser infinito. La vida y la muerte, son caras de la misma moneda. Entonces, ¿de qué riesgo estamos hablando los que nos decimos: los vivos?

   La libertad existe pero de a sorbos nos toca beberla. Muchas veces, idiotas, inconscientes, dejamos pasar el tren como si esos momentos abundaran. Hay un viaje que quiero hacer, es a mi interior y no temo volverme loco. Después de todo, los locos siempre me han inspirado e iluminado el andar. Estoy convencido de que se puede vivir como un loco, dentro de los carriles de la modesta cotidianeidad. La cuestión radica en la existencia o la ausencia de pasión. He conocido mucha gente inspiradora, que simpatiza con el fluír: Bakunin, Ramsés VII, Leonardo Gauna, Ernesto Guevara, Juan Terrile, Luca Prodan, Federico Scalise, Basquiat, Juan Carretera Vidal, Carson McCullers, Matias Greco, Julio Cortázar y otros. Quizás se trate de comulgar con lo que uno tiene alrededor o como bien dijo Gabriela Pesclevi: “hay que dejarse ensoñar por la música interior”.  Yo soy un poco más que Francisco Fournier,  este es sólo el nombre que lleva mi vida. Este fraseo ilustrado, es apenas una de las tantas canciones de un disco que jamás editaré. Es que me gusta preservar cierta intimidad y no me avergüenzo en afirmar, que hoy prefiero amanecer en casa, tomando unos mates en calma, con mi mujer y mi niña,  a estar en la cabeza de cien mujeres y por las tardes que me acorrale el cuco de la soledad.

    Por curiosidad, le hice la misma pregunta a un joven político, a un viejo anarquista, a mi padre que siempre fue un trabajador, a mis amigos, al profesor de teatro, a una maestra de grado y ninguno me supo responder, sin dubitar, cuando les pregunté: ¿a dónde te permitís viajar con tu libertad? Rehice la pregunta a un pequeñín de la cuadra y me dijo: “no sé, ¿con la qué?”, y con las cejas levantadas y la boca en forma de trompa, concluyó: “mi papá me dijo que si me portaba bien me iba a llevar a la plaza”. Al escuchar esto, me dije: si yo fuera un hombre bueno me haría un agujero. Tengo una manera particular de decir las cosas, ya lo sé.

   La vida me cantó: falta envido!, Pensé que me estaba jodiendo, como siempre, y con 26 le di un quiero. Es que siempre quiero saber que pasa y a veces el apuro conlleva una mala pasada, a veces irremediable, donde uno tiene que aguantar los tantos con más coraje que dignidad. La vida me atropelló, paradójicamente por ser un poco atropellado. Ganó la partida, soltando displicente sus 33 implacables espadas. Cortando todo, como un relámpago degollando mi estrategia de juego. Ciertamente, debo confesar que mi rumbo carecía de estrategias, mi táctica básicamente era confiar y ser lo suficientemente intuitivo. Pero esta vez fue distinto, el filo agudo, brutal como el viento del otoño a media tarde. Creí en mi suerte y que el destino, era incapaz de desarmar mi esperanza.

   Aquí se borró el camino, habrá que continuar sin miedo a ser uno mismo, ya que a partir de ahora, no habrá hoja en blanco sobre la cual retomar.

19 / Diecinueve /

   Este es un capítulo complejo. Está narrado por la misma voz pero en momentos y circunstancias distintas. Por eso aún estás a tiempo, de levantarte y ocuparte de tus cosas que seguro, son más importantes. Si no lo son, entonces olvídalas de una vez y continuá. De paso, aprenderás a oír tu voz o vivirás sin enterarte de tu presencia ni del canto que llevas dentro. Leer no es un pasatiempos, te reitero, aún estás a tiempo de buscar alguna distracción, seguro en la televisión dan algo pasajero.
   Veo que seguís aquí. Es un comienzo. Quedarse en el lugar significa  sedimentar los nervios, brotar y dar vida al espacio que ocupas. Tranquilamente, tus palabras pueden ser el silencio. Habrás de encontrar el placer de habitar el riesgo de ser uno mismo. Estás pensando en lo que digo. Yo solamente te cuento lo mío.
   Te pregunto, ¿cuándo das tu opinión la das libremente? Es decir, ¿sin importar la relación de poder que exista con el que está enfrente?
   A menudo, suelo escuchar voces inflamadas de temor, muecas que pretenden ser frases sin poder establecer comunicación. Para ser honestos hay que saber que: decir la verdad o expresar el parecer de uno, en el estado puro y volcánico del espíritu, es tener unos cuantos enemigos. Por eso la lengua popular nunca habla al ras del cuchillo, apenas gesticula. Si te digo lo que me conviene, no esperes oír la voz de lo que pienso. Manejo táctil de la conversación.
   Si prestas atención, notarás muchas miradas que hacen de telón. Se ve, se prueba, se mastica y se come comedia, el drama se caga y es culpa de los estudiosos.
   Ciertas frases de este texto las digo para complacerte. Oír ciertas cosas nos hace bien. Otras, no tanto. Lo digo a modo de sátira, sólo para provocarte dulcemente. Después emergerá tu pensamiento y si tenés suerte, la conciencia. A partir de ahí, empezá a prestar atención con seriedad. Porque ya no será mi voz la que rompa la vidriera, serán tus ojos un manojo de furia. Será tu mano, la que se rompa los nudillos contra el teatro de mármol. La canción que cantes será tu gatillo. Tu boca empezará a besar hacia fuera y nunca más hacia adentro.  La semilla que ha de brotar, será fruto de un flujo de rebeldía. La esencia irá emergiendo del baldío, abandonando el mareo cotidiano, encendiendo los ministerios de la desconfianza. Y aquí,  te dejo un abrazo fuerte y sincero. Y una cuestión primordial para abordar: tenés que empezar por hacer algo.

18 /Dieciocho/


   Días en los que uno se levanta a las seis treinta de la mañana. La humedad es insistente, enmudece los músculos, los huesos parecen de mármol y los sueños se filtran, como una lluvia amontonada en la canaleta de un techo de chapa.
   Yo te digo que cierres los ojos porque tarde o temprano la mente te va a engañar. Trabajo de día y de noche, y la sombra que cae no es la un árbol. Hay que soñar trasnochado, el tiempo de ocio no es barato.
   Cuando dejas de estar solo, el tiempo y las prioridades se confunden, se tiran de los pelos, y es cuando uno empieza a ceder y comienza el dominio de la calvicie.

XVII /dicisiete/


    Estaba meditando sobre qué escribir en este capítulo. Pensé en rematar todo en el capítulo anterior y sin embargo, sigo aquí, como una isla flotante que no quiere encontrar su puerto.

  
   Actualmente prolifera la información sin procesar, así  no se puede sentar uno a reflexionar. Temo que el Dios en que creo, mañana ya esté pasado de moda, o peor aún, desaparezca del mercado.
   
   Al expresarme voy atando cabos entre las cosas que imagino, siempre pensando en transmitir una enseñanza. Jamás pretendo dar una explicación. Yo no estoy aquí precisamente para eso. Sé que la razón no me corresponde; lo propio es vivir.

XVI /dieciseis/


   Para algunas cosas soy tan sencillo que mis pares me tratan de idiota. Me siento siempre expuesto, mi coraza es menuda y frágil, cuento sólo con mi cuerpo. Apenas si me tapo de algo y por eso, a menudo me recriminan que ando desnudo por la calle. Dicen que soy un desubicado. Me acusan, también, de no prestar atención a ciertos detalles. Que en ocasiones parecen ser de una relevancia tal que no hay puntos medios entre el blanco y el negro. Que pena la mía que soy un ser repleto de claroscuros. Nunca aprendí bien a pintar y quizás por eso me es difícil consensuar. Los colores se me mezclan a menudo sin el previo acuerdo de mi voluntad. Buscando la claridad logré distinguir algunos colores esenciales y apliqué a mis nuevas experiencias la simpleza del color puro. Así parece que me di a entender mejor, era más fácil apreciar mis buenas intenciones y hasta resulté ser un tipo amable y simpático. Pero el tiempo corre y las certezas que tuve en un momento poco a poco se fueron mudando de barrio. Sin darme cuenta, como duende tranquilo en su bosque, me quedé sin vecinos. Mis conocidos dicen que ya no soy ese ser tranquilo y agradable. El reloj de arena va muy deprisa y no puede hacer otra cosa que escapar. Los caminos que solía recorrer quedaron sepultados, o lo suficientemente llenos de arena, al punto de tornar irreconocibles mis huellas.
   Miro al espejo y veo la pared del fondo observando mi espalda. Cargué tanto peso y resulta que con mucho menos se podía vivir, ¿me han engañado o el instinto se me llenó de temores?
   Tanto alimento para el alma que luego se pudre. Demasiado traje, disfraza y desorienta. Tengo un corazón viajando por ríos de lágrimas, próximo a la catarata del Diablo. Esta noche me encuentro: angustiado, solo, viejo y borracho. Naufragando cada instante con el inevitable desinterés del destino.
   El amor da vida y quitapenas, sembrando alegría en los pantanos de la mediocre soledad. Y a pesar de todo, necesito compartir los días juntos, y las noches juntos. No hay otra ecuación para que mi corazón se mantenga a flote.
   Tu amor representa algo más que un mecanismo pero es tan simple como la respiración. Inspiro y exhalo. Sin este latir a la par, me agarran temporadas en las que sólo inspiro y otras en las que sólo exhalo. Eso, para mi, no es vivir. Vivir, también, se parece a respirar. Precisamente, para que no me falte el aire, preciso de tu amor, para que el ciclo de la vida, mantenga cierto equilibrio.

XV /quince/


   Todas esas palabras silábicas que me balbuceas, esas risas pícaras como reacciones químicas de una linda sin vergüenza. Fingís ruiditos para que mire como levantás la pierna, te miro y te reís de haber conseguido tu cometido. Que te mire y te nombre basta para que estés feliz los próximos ciento veinte segundos. Vivir con vos es intenso. Ya no puedo predecir mi próximo movimiento sin que tu dulce e insistente capricho tironee de mi poder de abstracción y termine otra vez en tus brazos. Tus bracitos que no miden más de treinta y cinco centímetros pero pueden abarcar mi atención durante varias horas continuas y desparramar juguetes y objetos por toda la casa como si fuesen papelitos al viento.

   Te quiero pequeña, aunque halla días en que mi orgullo quede desocupado para atender necesidades indispensables del bienestar familiar. Son días en que la cabeza no se oxigena. Es como la sensación de querer salir debajo del agua y que la superficie sea un manto de bolsas de nylon, acorralando las fosas nasales contra una burbuja valiente que se levanta contra la tiranía.

   Los recuerdos del día son un montón de capas de colores y planos que se suceden como fondos de pantalla durante el veloz transcurrir de las veinticuatro horas que componen la jornada. Y estas huellas digitales, bajando apuradas el telón del último acto del día, escribir…

XIV /catorce/


   Los niños son seres de luz que a veces enceguecen. Nos hacen soñar más allá de nuestra propia individualidad. Es lindo y despejan al ego del centro de la cancha pero hay que tener cuidado con esto. La luz surge de una chispa llamada amor, que de tan ardiente se transformó en un fueguito nuevo.
   Hay que cuidar a este fueguito, teniendo presente que es parte de nuestra propia luz. Insisto, de todas formas, hay que estar atento a que mientras el fueguito va iluminando cada vez más, entre mi pareja y yo no dejemos nuestra noche ausentes de chispazos.
   La luz viene y se va como la marea del mar. A su tiempo, que no es el nuestro, va a llegar. No hay que desesperar en la quietud, la energía del amor siempre generará mareas nuevas. Olas que nos lleven a la orilla a descansar, olas que nos llevan a lo profundo de nuestro ser e indagan, con su rompiente, nuestra manera de vivir. Y algunas en luna llena, traen secretos de color luminoso como el coral. A estas evocaciones del amor alucinado, solemos reconocer como nuestros hijos.
   Sin embargo, más allá de la belleza de estas criaturas y de la experiencia de ser padre, aún no puedo calificar a las decisiones en correctas o incorrectas. Vivir es un delicado arte de experimentación en el que uno se equivoca y pocas veces se va a dormir con algún barquito cargado certezas en el horizonte.
No me atrevo a hacer recomendaciones de nada. Hablo desde mi.
   Ser padre no es mejor ni peor, no es algo que uno deba llegar a saber. Todo tiene un tiempo y un lado más o menos acertado. Lo que sí sé es que hay que confiar y mantener la corazonada, de otra cosa no me puedo fiar.
   Así que vivir… es como una gran ola en donde uno a veces flota y otras derrapa sin entender ni el día en que vive. De todas formas, aunque uno sea valiente y cargue al hombro sus errores y tragos amargos, es lindo y sano equivocarse juntos.
   Un corazón al lado del tuyo, te puede enderezar el rumbo justo antes de estrellarte y también puede modificar la dirección del navegante feliz y solitario. Sin embargo, el estar enterado si uno va  por un sendero recto o torcido, no es asunto del que pueda ocuparme. Ahora que estás a mi lado, que siga el baile y el viento se encargará de ordenar el resto.
                                                                                                                          Para Amanda y el Chingolo

XIII/trece/

  Flash back, tiempo atrás, los pensamientos no mueren.
   29 de Noviembre año 2009.
  
     El verano se avecina. Su llegada es inminente. El amor de mi vida descansa con el estómago revuelto. Las mareas de los días parecen barcos emergiendo de la niebla espesa y circundante del reflejo del sol sobre las olas.
   
    Hay sueños que se cumplen y otros en los que nuestra corporeidad es la soñada. 

   Las lluvias se han sucedido alternadamente repentinas, durante toda la semana. El sol sale de entre las nubes de lo que uno planeó en la agenda.
  
   La sombra acompaña el paso difuso de mi presente, en los charquitos de la vereda. Las tormentas agigantan esa parte subterránea de la fe que creía haber perdido.
    
    Habitar el mundo se ha vuelto bastante impreciso últimamente. Es como confiar en el pronóstico emitido por la cruz roja o la palabra de un cirujano jugando a la ruleta rusa, con las pocas horas que quedan al día para la esperanza.
   
    Llueve, llueve, simplemente llueve y es la tercera vez que se larga durante el día. Mi mujer descansa y está embarazada. Así que mientras ella duerme, todo el profundo mar susurra misterios.

XII /doce/


  Necesito un día feriado. 

  Mi cuerpo deseaba seguir descansando. 

  Un gesto amable me convenció de sentarme sobre la cama a desayunar. Así que de repente me puse feliz, al ver sus caras, con el desayuno servido y algo rico para comer.  

  Sin embargo, me quedé largo rato callado, con la mente entre dormida pero la percepción atenta. 

  Varias ideas pasaron como en un tren de carga. No pude retener ninguna. Es que hoy tengo una huelga de neuronas en el sistema operativo, una protesta contra la sobrecarga de datos, una dieta de sábados por la noche. 

  Ni siquiera me interesa si el día está soleado o el cielo amaneció poblado de lana negra. Tengo que tener cuidado, a no desanimar me digo…

XI /once/

  Un día un rayo irrumpió en mis ojos causando una ceguera amistosa, hoy esa luminosidad pesa casi nueve kilos.
   
  Desde entonces vivo sin miedo porque aprendí a recorrer los caminos intuitivamente, sin riesgo a la quietud que infunde el uso prolongado de la razón.
  
  Solo sé confiar.
  
  Voy como un ciego desempolvando la imaginación. Y Tengo una palabra que sustenta esta locura de permanecer todos los días, recluso, en una ciudad compungida de frío y paredones de mármol. Esa palabra me pone a danzar. Entonces mi baile se vuelve un arte marcial, una manera de andar a salvo del mal humor. Una táctica de defensa para tiempos templados de discordia, enfrentados con amor.

X /diez/


   La miro y se ríe. Pienso, más bien divago, ella toma algo y lo revolea. Se ríe y hace ruiditos chasqueando la lengua contra el paladar, yo sigo pensando. Aunque hay momentos de debilidad, soy optimista. Puedo pensar, siempre puedo pensar y tratar de levantar el ánimo.  Hace unos días viaja una frase por mi mente, como si se tratase de un satélite. “Se trata de vivir irreconciliado…”, si lo dijo Cortázar o Camus, lo mismo da. Lo importante, justamente, no es lo que se dice.

   Las palabras mienten. El viejo refrán de las palabras que se lleva el viento. Es simple y claro, lo que se dice no perdura.

   Vuelvo a mirarla, devuelta me sonríe. Entonces dejo el mate  y la meditación a un lado. Me levanto antes de que el ocaso me robe algunas horas demás y empiezo la actividad del día.

   Mientras tanto, ella me mira y se ríe.

IX /nueve/

 Espécimen sin madurar. Estoy más próximo al linaje de los eucaliptos que al ser humano en sí. Se rumorea a mis espaldas que ya soy grande, el viento sopla sobre mis hombros que recopilan el que dirán de las bocas ajenas. Sin embargo, para mis adentros cargo en la corteza de la espalda muchas hojas nuevas, muchas ideas verdes y otras amarillas a punto de caer. Tengo mis raíces tejidas a mi parecer, trepadas desde la adolescencia como una enredadera emergiendo del corazón a los ojos. Así he de vivir, así me presento a cada momento. Con incertidumbre, con tallos resquebrajados, sanando, creciendo. Sin esperar llegar a la cima de ninguna montaña ya que, la altura, es gradual al paso de las estaciones.
   Maduro, puedo ser vital pero también tengo etapas en que me quedo desabrigado de certezas. Las hojas, sobre las que tenía anotadas mis máximas y principios, comienzan a caerse y allí sigo yo. Contemplando, sin temor, estirándome imperceptiblemente para abajo y para arriba, el éxito depende de quién me juzgue.
   Mi triunfo es mantener la respiración y exhalar, más no podría exigirle a un espécimen de cabellera verde como papá.

VIII /ocho/

   Reflexiono. Hoy creer no sirve de nada, si no hay en cada gesto y en cada paso un destello, un suspiro, un aura, un tacto, una mirada…un todo, un decir nada pero un decir que sí.  Dejar que entre en mí este amor, el encuentro de esta vibración conciente que es la alegría de habitar el corazón.

   No me acobardo, y no tengo vergüenza de sentir, de ilusionarme y plagar la boca de caprichos contra la razón. Le hago frente a todo mandato, a ese “debería ser” que es justamente “eso”, que no quiero Ser. 

   No pretendo rebelarme jugando al vicioso y placentero reniegue. No estoy para eso. Tampoco intento ser una personificación de lo que anhelo ser, soy y punto. Nada más, tampoco menos.

VII /siete/



   No quiero sonar impopular pero con el postmodernismo siento que la gente cree tener el cauce de la historia en sus manos y lamentablemente creo que en esto hay un cierto engaño, una farsa bastante desolada y para colmo legitimada.  Una pseudo libertad repleta de adornos y rellena de dulce de leche colonial. Ronda una verdad vestida de gala, inmunda y fea. Un somnoliento chiste negro que va circulando y se va perpetuando sin remate alguno. Y en ese andar reproduciendo discursos colmados de hermosas postales sobre un próspero futuro, veo un modismo teatrero. una tanda publicitaria y un cartel invitándonos al palco de la resignación.

   Quiero ser oleaje, solo de mis verdades.. 
   
   Hay quienes aconsejan maldecir la dicha, el sentirse que todo está en su lugar. No sé porque esa sensación de sentirse por el camino correcto siempre me genera en primera instancia desconfianza y luego sí, un manifiesto asco. Asco hacia las fotografías que salen en portada del diario y esas charlas viciosas y sometidas de una vida de telenovela. Yo aconsejo: escupir diecinueve veces el guión nuestro de cada día. Es que a menudo me persigue el deseo del no-ser. Me digo con voz incendiaria y conciencia de relámpago: “siempre que no pertenezca voy a pertenecer”.

VI /seis/

Formarse y hacer escuela, ¿para qué? Llega un momento, o no, en que dejamos caer la armadura. Cuando uno deja de roer cada episodio y comienza a morder sin miedo a que se nos rompa el paladar, entonces comienza a ser pragmático. De otro modo, termina cargando con el formato de sí que le queda cómodo y se pasa el juego especulando cada movimiento, programado sin susto. Caminando por senderos previsibles, y sin quererlo, nos vamos dando fecha de vencimiento. 

   El acontecer no debe alejarse mucho de la sorpresa. 

  El control y la organización son palabras útiles pero cuando sometemos nuestros días a un orden cualquiera y vamos domesticando al instinto, empezamos a extraviar esa chispa que nos da identidad y nos diferencia. Así el cauce de emociones que rodean nuestros días, se vuelve un devenir estrecho donde vamos acorralando los peces de colores que nos habitan, en la vidriera de las pretensiones.

   Necesito volver a creer en los bailarines, en los acróbatas, en las brujas que nos miran desde el cielo, montadas en sus escobas, todos esos personajes que arrinconan al sentido común y día tras día, dejan que la estela del cometa ilumine sus ojos, llenos de noche. Solo para esto, no caben dudas, tenemos un día y una única posibilidad de habitarlo.


V /cinco/

Una forma que encuentra su formato pierde su gracia. Algo similar ocurre con la novia que encuentra a su esposo, pierde la gracia. Quizás haya un poco de temor y una pizca de paranoia pero hay algo real en este pensar, y es la imagen del hombre cargado de sentido común, ese perfil me causa temor. Un adulto predecible, aquel del cual huyo estratégicamente y a diario.

Había empezado la mañana casi sin darme cuenta, las horas corrían felices como corre un chico cuando se escapa por primera vez del horario de clase. El bebé protestaba dulcemente, esbozaba un llanto imperceptible. Me supuse que tendría alguna molestia que le impedía conciliar el sueño, así que bajé un poco la música a fin de poder seguir escribiendo unos minutos más. Pero no pudo ser, nuevamente hizo caca, por ende, tuve que abandonar el teclado y proseguir a cambiarla. Mientras volví a subir el volumen de la radio. Allí yo, higienizando a mi hija. En el programa de radio pasaban una entrevista a un dramaturgo local, y el tipo dijo algo así como: “estar seguro de sí mismo es repetirse, la vida es riesgo…”. A todo esto ya finalizaba de cambiar el pañal, cuando esas palabras aún flotando en el aire, eran el pié perfecto para volver a inspirarme. La oración se trasladó a este pedazo de hoja. ¿Qué pasó en la atmósfera durante el último momento? ¿ una suerte de truco de magia, una casualidad? El día a día nos susurra verdades, hay que estar atentos. Pensar que cada instante, está poblado de una coincidencia única, infinita e indescriptible en relación con nuestro modo de ser. Esa predisposición calienta la sangre de este miércoles, de una semana cualquiera, particular y bella. Quizás, no tan cualquiera.

Supongo que por este devenir del día, es que no me atrevería a delinear una teoría para ningún aspecto de mi vida. Sospecho que el trabajo del escritor, consiste en este maravilloso oficio de hilvanar ideas, descubrir las pelusitas de tiempo que andan vagando en el aire, y con ello poder tejer una buena historia. Confío en que el buen vivir, tiene que ver con este arte, de lectura activa y escritura conciente. La puta, esta vida desenfadada, que crueldad tan maravillosa.

IV /cuatro/

Me temo hay cosas que siempre fueron aburridas, y lo seguirán siendo, aunque intenten convencernos constantemente de tener una vida ordenada, ser pulcros y educados. Mantener la casa en orden, no sea que vociferando sentimientos al viento se nos escape un “algo”, una frase que el vecino interprete como consigna de masas, y acostumbrado a vivir asustado, llame a la policía. Efectivamente el patrullero pasó por la avenida pero sin detenerse, que suerte.

Continué con lo mío: cocinando gelatina, escuchando música y regando las macetas del pensamiento continúo. Tuve tiempo de sentarme, poner en palabras las sensaciones que habitan el cuerpo o lo que mi cerebro me da a entender que es mi cuerpo. Me incliné por escribir sobre los sermones, desmitificando la idea de ser un padre joven, que debe apegarse al libreto. No es cierto que para ser padre haya que abandonarse a un régimen de obligaciones. Hay infinidad de cosas que uno puede pretender y llevar a cabo. Descubrir el ser de cada día no tiene un fin, sin embargo, este ejercicio de exploración es lo que lo mantiene a uno fresco.

Las limitaciones aparecen solo en la medida en que uno comienza a convencer a su voluntad con fuentes estadísticas y la cabeza empieza a inundarse de miedos y ecuaciones de probabilidad acerca del fantasma del futuro. No hay de que temer. Siendo consecuente con esta masa en perpetua transformación, la que ostento en denominar con mi nombre, no hay mañana que pueda resultar un fracaso. Sin mentiras y sin evasiones, así lo deseo.

III /tres/

Honestidad, ¿dónde estaría hoy mi cuerpo de haber sido consecuente? Pensar que un hombre puede torcer el rumbo de su vida, con tan solo media hora de honestidad diaria. Usted, lector, ¿es constructor de su propio camino o el acoso de las autopistas del sentido común, también lo tienen “sujeto”?

Si me miro hoy en día no me siento viejo, sin embargo hace tiempo que rompí la semilla, ya no hablo como un pendejo. He aprendido mucho, he logrado “torcer la inercia” de aquello a lo que estaba acostumbrado.

El crecer me demandó tiempo de llanto, de mirar hacia atrás y querer atacar mi sombra. Inmerso en el salón de baile, improvisando en una especie de secuestro corpóreo, la vida pasaba a través de mí como pasa una bicicleta, aplastando insectos sin saber, por el pasto verde de una plaza.

A pesar de este atropello, que se llevó las charlas con algunas amistades, el vagabundeo y otros tantos privilegios del “irresponsable”, los días transcurrieron, y al reflejarme en los ojos de ella, encuentro un brillo acertado, una corazonada que me lleva a través de la tormenta.

II /dos/

Hay mil posibilidades volando pero solo uno puede atravesar el cielo. Mientras haya locos en el mundo aún hay esperanza. Sin embargo, sin voluntarios, todo emprendimiento se hecha a perder, cualquier lunes a la mañana.

Los planes casi siempre fracasan. Sin embargo, ese fracaso inicial, de amateur, acaba por ser cuna de nuevos desafíos. Y estos a su vez, origen de gustosas y nuevas aficiones. Los guiones sí poseen alguna utilidad, dentro del marco de secuencias lógicas a seguir para alcanzar el objetivo deseado. Sin embargo, y a su pesar, son estas ideas previamente masticadas, las que luego nos llenan la cabeza de semáforos en rojo.

Cierto cantautor brasilero que ahora no recuerdo decía: “de cada pena brota un girasol”, el mister verde amarelo tenía razón. Transcurría la mañana, en cotidiana responsabilidad ordenaba la casa. Al momento barría unos pelos de algún suertudo que ligó un corte de pelo gratis. Al agacharme mi mirada reconoció un recorte de diario que tenía guardado, al leer lo que decía no pude evitar tomar el papel y pegarlo con cinta a la puerta de la heladera. Esa frase sonó como una clave: “hay que hacer algo para torcer la inercia”. Cada mañana, no dejo de preguntarme…

I /uno/

Empezá a escribir la
historia desde el principio, eso me dije. No pretendía volver a demorarme. Todo el mundo sabe, aunque a veces lo olvide, que el camino más ágil es el de la acción. No podemos sacar conclusiones sobre lo que todavía no hemos hecho.

De esta manera, y sin preámbulos, me decidí. Decidí comenzar, con la radio sonando, con sólo un par de horas libres a la mañana, cambiando pañales, hirviendo los zapallitos para el almuerzo y con una vieja computadora con espasmos de esquizofrenia a punto de echar todo a perder. Materializando sentimientos, en un estúpido pero saludable chapuzón, en el impredecible mar alfabético y la obsesión gramatical de darle a todo un orden. Entonces la llamarada pretenciosa sale a quemar las hojas de lo que hemos aprendido y a buscar su rumbo en la libertad.

Comulgaré con la vida, le daré a cada palabra su derecho de presentarse caprichosa, angustiada, rebelde y testaruda. Y si el devenir es un atropello, entonces guiaré mis pasos por fuera del tablero de juego.