XIV /catorce/


   Los niños son seres de luz que a veces enceguecen. Nos hacen soñar más allá de nuestra propia individualidad. Es lindo y despejan al ego del centro de la cancha pero hay que tener cuidado con esto. La luz surge de una chispa llamada amor, que de tan ardiente se transformó en un fueguito nuevo.
   Hay que cuidar a este fueguito, teniendo presente que es parte de nuestra propia luz. Insisto, de todas formas, hay que estar atento a que mientras el fueguito va iluminando cada vez más, entre mi pareja y yo no dejemos nuestra noche ausentes de chispazos.
   La luz viene y se va como la marea del mar. A su tiempo, que no es el nuestro, va a llegar. No hay que desesperar en la quietud, la energía del amor siempre generará mareas nuevas. Olas que nos lleven a la orilla a descansar, olas que nos llevan a lo profundo de nuestro ser e indagan, con su rompiente, nuestra manera de vivir. Y algunas en luna llena, traen secretos de color luminoso como el coral. A estas evocaciones del amor alucinado, solemos reconocer como nuestros hijos.
   Sin embargo, más allá de la belleza de estas criaturas y de la experiencia de ser padre, aún no puedo calificar a las decisiones en correctas o incorrectas. Vivir es un delicado arte de experimentación en el que uno se equivoca y pocas veces se va a dormir con algún barquito cargado certezas en el horizonte.
No me atrevo a hacer recomendaciones de nada. Hablo desde mi.
   Ser padre no es mejor ni peor, no es algo que uno deba llegar a saber. Todo tiene un tiempo y un lado más o menos acertado. Lo que sí sé es que hay que confiar y mantener la corazonada, de otra cosa no me puedo fiar.
   Así que vivir… es como una gran ola en donde uno a veces flota y otras derrapa sin entender ni el día en que vive. De todas formas, aunque uno sea valiente y cargue al hombro sus errores y tragos amargos, es lindo y sano equivocarse juntos.
   Un corazón al lado del tuyo, te puede enderezar el rumbo justo antes de estrellarte y también puede modificar la dirección del navegante feliz y solitario. Sin embargo, el estar enterado si uno va  por un sendero recto o torcido, no es asunto del que pueda ocuparme. Ahora que estás a mi lado, que siga el baile y el viento se encargará de ordenar el resto.
                                                                                                                          Para Amanda y el Chingolo

2 comentarios:

Cristina Baroni dijo...

Hola Fran: empecé a leer el diario, y me gustó mucho, lo leí todo de un tirón, me gusta que no tenga certezas, ni recetas, ni "sentido común", me gustan las preguntas, los devenires, la vida misma... un cariño muy grande. Cristina.

www.volteretasenelaire-cristina.blogspot.com

Gisele dijo...

yo siempre opino que por mal o bien, uno no debería arrepentirse de las decisiones. Siempre hay que pensar en positivo y confiar en las corazonadas que nos alentaron a elegir ciertos rumbos, la luz de esa elección ya empezará a brillar!
Ánimo, coraje y valentía y sobre todo... aprender a disfrutar la imperfección de la vida.
Te adoro Fran
PD: empieza a latir la idea lejana de un primo jajaj