XI /once/

  Un día un rayo irrumpió en mis ojos causando una ceguera amistosa, hoy esa luminosidad pesa casi nueve kilos.
   
  Desde entonces vivo sin miedo porque aprendí a recorrer los caminos intuitivamente, sin riesgo a la quietud que infunde el uso prolongado de la razón.
  
  Solo sé confiar.
  
  Voy como un ciego desempolvando la imaginación. Y Tengo una palabra que sustenta esta locura de permanecer todos los días, recluso, en una ciudad compungida de frío y paredones de mármol. Esa palabra me pone a danzar. Entonces mi baile se vuelve un arte marcial, una manera de andar a salvo del mal humor. Una táctica de defensa para tiempos templados de discordia, enfrentados con amor.

1 comentario:

Anónimo dijo...

...amor