
Veo que seguís aquí. Es un
comienzo. Quedarse en el lugar significa sedimentar los nervios, brotar y dar vida al
espacio que ocupas. Tranquilamente, tus palabras pueden ser el silencio. Habrás
de encontrar el placer de habitar el riesgo de ser uno mismo. Estás pensando en
lo que digo. Yo solamente te cuento lo mío.
Te pregunto, ¿cuándo das tu
opinión la das libremente? Es decir, ¿sin importar la relación de poder que
exista con el que está enfrente?
A menudo, suelo escuchar
voces inflamadas de temor, muecas que pretenden ser frases sin poder establecer
comunicación. Para ser honestos hay que saber que: decir la verdad o expresar
el parecer de uno, en el estado puro y volcánico del espíritu, es tener unos
cuantos enemigos. Por eso la lengua popular nunca habla al ras del cuchillo,
apenas gesticula. Si te digo lo que me conviene, no esperes oír la voz de lo
que pienso. Manejo táctil de la conversación.
Si prestas atención,
notarás muchas miradas que hacen de telón. Se ve, se prueba, se mastica y se
come comedia, el drama se caga y es culpa de los estudiosos.
Ciertas frases de este
texto las digo para complacerte. Oír ciertas cosas nos hace bien. Otras, no
tanto. Lo digo a modo de sátira, sólo para provocarte dulcemente. Después
emergerá tu pensamiento y si tenés suerte, la conciencia. A partir de ahí,
empezá a prestar atención con seriedad. Porque ya no será mi voz la que rompa
la vidriera, serán tus ojos un manojo de furia. Será tu mano, la que se rompa
los nudillos contra el teatro de mármol. La canción que cantes será tu gatillo.
Tu boca empezará a besar hacia fuera y nunca más hacia adentro. La semilla que ha de brotar, será fruto de un flujo de rebeldía.
La esencia irá emergiendo del baldío, abandonando el mareo cotidiano,
encendiendo los ministerios de la desconfianza. Y aquí, te dejo un abrazo fuerte y sincero. Y una
cuestión primordial para abordar: tenés que empezar por hacer algo.